El Bosco - Lujuria |
La lujuria es el pecado o vicio de la carne, no de la que te comes (eso sería gula), sino de la que tienes, de la tuya propia. Es el deseo excesivo de sexo. Una línea separa la lujuria de la gula: la cintura. Por tanto no debería considerarse otra virtud que la templanza.
En la ilustración del Bosco hay dos parejas que se están dando a la vida licenciosa y muelle. ¿Qué vendrá después?
El cristianismo ha dado excesiva importancia a este pecado, como si no los hubiera peores. Tanta ha sido la atención que se ha prestado al 6º mandamiento que subdividieron el pecado de la lujuria en: fornicación, estupro, rapto, incesto, sacrilegio, adulterio, polución voluntaria, sodomía y bestialismo.
No hace falta exagerar ni llegar a tanto. A nadie hace daño que dos personas o una sola gocen del placer sexual, siempre que se haga con moderación y sobre todo con respeto. Pero tampoco todo es bueno en el sexo, hay cosas que incluso son delito. Lo peor es el daño que se puede infringir a los otros o incluso a sí mismo. Hace falta recordar los desórdenes que se pueden producir, tales como la violación, la prostitución, la pederastia, etc.
El libidinoso o lujurioso es tan esclavo de sí mismo como el glotón o el alcohólico, es esclavo de su propio deseo inagotable, de su propia obsesión. Los hay adictos al sexo. Don Juan es un desgraciado porque no halla en la satisfacción efímera de su poderoso e inagotable deseo más que un vacío de sí, un vacío que nada llena por muchas que sean las relaciones que tenga con tantas mujeres. Es desgraciado porque no es capaz de amar a nadie, ni siquiera a sí mismo. Por tanto, el sexo tiene que estar siempre dentro de los límites del respeto y el consentimiento mutuos, pero también, en la medida de lo posible, del amor.
La virtud que se opone a la lujuria es la castidad. Claro, depende de qué es lo que entendemos castidad. Si entendemos por castidad abstinencia, entonces supondremos que es buena para quien la elija, pero no obligatoria para nadie. Pero si entendemos por castidad, no abstinencia, sino pureza, entonces es buena para todos. Nada mejor que tener un corazón puro, no ver nada malo donde no lo hay, estar poseído por la alegría, la ternura, la amabilidad, la inocencia... Eso es de lo mejor.
Pero podemos también considerar que la virtud que regularía el apetito sexual fuera también la que regula la gula: la templanza, moderación continencia, el control del apetito desordenado, por tanto el control de sí mismo. La gran virtud de la templanza es tan importante que hace posible el resto de las virtudes.
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