domingo, 16 de junio de 2013

Pereza




El Bosco - Pereza


El Bosco ilustró la pereza con la imagen de un eclesiástico que duerme junto a la chimenea, mientras la fe acude en sueños a recordarle sus deberes. En sueños, así vive el perezoso. Como decía Goethe: "Los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de verdad hacen algo no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen".
Un reproche que se hace mucha gente cuando llega a las postrimerías de su vida es sobre el tiempo perdido, ese que nunca más va a poder recobrarse, lo que podrían haber hecho y no lo han hecho, el tiempo de la indolencia, cuando lo creían infinito.
La pereza asesina la voluntad, el tiempo, la vida...El perezoso no está nunca satisfecho consigo mismo, no hace lo que tendría que hacer con los demás y mucho menos consigo mismo, dilapida su vida. Claro que habría que descartar una enfermedad o una depresión, entonces ya no podría considerarse pereza. Cuando se ha descartado. lo que queda es pereza. Se considera un vicio que genera otros muchos vicios.
El perezoso es mediocre porque no ha conseguido dirigir su vida, enriquecerse, crecer. No ha podido o querido hacer aquellas cosas que le hubieran podido proporcionar una vida más plena y satisfactoria.
Contra la pereza está la virtud de la diligencia: acción, productividad frente a la pasividad. Vencer la pereza y dirigir la propia vida en contra del deseo indolente de la postración. El diligente es más culto, más vital. Pero no confundir la diligencia con la hiperactividad. Esta también es un defecto: hay personas que no pueden parar, que tienen que estar siempre haciendo algo de una forma neurótica, de aquí para allá, completamente perdidos tanto o más que el perezoso, porque hacen un derroche de energía in vacuo, que no lleva a ninguna parte.
De modo que pereza no, hay que vencerla y se puede. Pero tampoco el extravío en actividades constantes e innecesarias. Son dos defectos a vencer y se puede, claro que sí.


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