martes, 15 de mayo de 2012

Un placer muy especial







Así pues, cuando decimos que el placer es nuestro fin último, no entendemos por esto los placeres de los viciosos ligados al goce material, como dicen las gentes que ignoran nuestra doctrina, o que no comparten nuestros puntos de vista, o que nos interpretan mal. El placer que nosotros propugnamos se caracteriza por la ausencia de sufrimientos corporales y de perturbaciones del alma.
No son las bacanales y orgías continuas, ni el disfrute de efebos y mujeres, ni los exquisitos placeres que los pescados y otros manjares selectos de una lujosa mesa puedan ofrecer, las cosas que engendran una vida feliz, sino el ejercicio de una razón vigilante, que busca minuciosamente los motivos de lo que hay que escoger y lo que hay que evitar, y que rechaza las opiniones vanas por las que la más grande afección se apodera de las almas.
El principio para conquistar todo esto y el más grande de los bienes es la sabiduría. Por lo cual, esta sabiduría es incluso más preciosa que la misma filosofía, pues es la fuente de todas las demás virtudes y porque nos enseña que no es posible ser feliz sin ser sabio, honesto y justo, ni ser sabio, honesto y justo sin ser feliz. Las virtudes, en efecto, no forman más que un todo con la vida feliz, y ésta es inseparable de aquéllas.


Epicuro, Carta a Meneceo.

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