miércoles, 30 de mayo de 2012
¿Un Sócrates insatisfecho o un cerdo satisfecho?
Buena pregunta, porque nos hace pensar acerca de lo que somos y lo que queremos ser. Decía Stuart Mill que era un utilitarista y hedonista:
"Es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho, y que si el necio o el cerdo son de diferente opinión, se debe únicamente a que sólo conocen su propio lado de la cuestión, mientras que el otro término de la comparación conoce ambos lados".
No todos los placeres son iguales, los de menor calibre son los físicos, mientras que son superiores los intelectuales y morales. Podemos vivir como personas, como seres humanos o rebajarnos a la pura animalidad o a la estupidez. Así viven los necios. El sabio busca algo superior, algo que lo realiza como persona y que lo hace feliz.
Si saliéramos a la calle a hacerle esta pregunta a la gente, habría hasta quien se ofendería y probablemente la respuesta más frecuente sería la del hombre o Sócrates insatisfecho, a todas luces falsa y hasta puede que no, que uno prefiriera ser cerdo o necio, con tal de sentirse satisfecho. Tal y como está el patio...
martes, 22 de mayo de 2012
Menosprecio de la muerte
Un texto de Epicuro de corte estoico y que no responde a la fama inmerecida que ha tenido el filósofo de hedonista barato. No debemos temer la muerte que podría ser fuente de dolor:
Acostúmbrate a pensar que la muerte no tiene que ver nada con nosotros, porque todo bien y todo mal radican en la sensación, y la muerte es la privación de sensación. De ahí que la idea correcta de que la muerte no tiene que ver nada con nosotros hace gozosa la mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo infinito sino porque quita las ansias de inmortalidad.
Pues no hay nada temible en el hecho de vivir para quien ha comprendido auténticamente que no acontece nada temible en el hecho de no vivir. De modo que es estúpido quien asegura que teme la muerte no porque hace sufrir con su presencia, sino porque hace sufrir con su inminencia. Pues lo que con su presencia no molesta sin razón alguna hace sufrir cuando se espera. Así pues, el mal que más pone los pelos de punta, la muerte, no va nada con nosotros, justamente porque cuando existimos nosotros la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente entonces nosotros no existimos. Por tanto, la muerte no tiene nada que ver ni con los vivos ni con los muertos, justamente porque con aquéllos no tiene nada que ver y con éstos ya no existen. Por otro lado, el común de las gentes unas veces huye de la muerte por considerarla la más grande de las calamidades y otras veces la añora como solución a las calamidades de la vida.
Pero el sabio ni rehúsa vivir ni teme no vivir, pues ni le ofende el vivir ni se imagina que es un mal el no vivir.
Epicuro, Carta a Meneceo.
martes, 15 de mayo de 2012
Un placer muy especial
Así pues, cuando decimos que el placer es nuestro fin último, no entendemos por esto los placeres de los viciosos ligados al goce material, como dicen las gentes que ignoran nuestra doctrina, o que no comparten nuestros puntos de vista, o que nos interpretan mal. El placer que nosotros propugnamos se caracteriza por la ausencia de sufrimientos corporales y de perturbaciones del alma.
No son las bacanales y orgías continuas, ni el disfrute de efebos y mujeres, ni los exquisitos placeres que los pescados y otros manjares selectos de una lujosa mesa puedan ofrecer, las cosas que engendran una vida feliz, sino el ejercicio de una razón vigilante, que busca minuciosamente los motivos de lo que hay que escoger y lo que hay que evitar, y que rechaza las opiniones vanas por las que la más grande afección se apodera de las almas.
El principio para conquistar todo esto y el más grande de los bienes es la sabiduría. Por lo cual, esta sabiduría es incluso más preciosa que la misma filosofía, pues es la fuente de todas las demás virtudes y porque nos enseña que no es posible ser feliz sin ser sabio, honesto y justo, ni ser sabio, honesto y justo sin ser feliz. Las virtudes, en efecto, no forman más que un todo con la vida feliz, y ésta es inseparable de aquéllas.
Epicuro, Carta a Meneceo.
viernes, 11 de mayo de 2012
La rana y el escorpión.
Estos relatos con moraleja se llaman fábulas. Una muy conocida es la de la rana y el escorpión...
Un escorpión, que deseaba atravesar un río, le dijo a una rana:
- Llévame a tu espalda.
- ¿Que te lleve a mi espalda? -contestó la rana-. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! ¡Si te llevo a mi espalda, me picarás y me matarás!
- ¡No seas estúpida! -le dijo entonces el escorpión-. ¿No ves que si te pico te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Los dos animales siguieron discutiendo hasta que la rana fue persuadida. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y empezaron la travesía.
Llegados al medio del gran río, allí donde se crean los remolinos, de repente el escorpión picó a la rana. Ésta sintió que el veneno mortal se extendía por su cuerpo y, mientras se ahogaba, y con ella el escorpión, le gritó:
- ¿Ves? ¡Te lo había dicho! ¿Pero qué has hecho?
- No puedo evitarlo -contestó el escorpión antes de desaparecer en las aguas- Es mi naturaleza.
Todas las fábulas tienen moraleja. No es muy difícil adivinar ésta. Lo difícil es aprender de ella que hay algunas personas que, aunque lo intenten, que no lo hacen, no pueden cambiar y se dedican a fastidiar al prójimo. No me interesa el escorpión, me interesa la rana que es engañada y paga un precio tan alto. Y hay escorpiones que van camuflados y saben disimular muy bien el disfraz, pero picar, pican...
viernes, 4 de mayo de 2012
Juan Salvador Gaviota
...Juan Gaviota pasó el resto de sus días solo, pero voló mucho más allá de los Lejanos Acantilados. Su único pesar no era su soledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloria que les esperaba al volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver.
... Con el mismo control interior, voló a través de espesas nieblas marinas y subió sobre ellas hasta cielos claros y deslumbradores... mientras las otras gaviotas yacían en tierra, sin ver más que niebla y lluvia.
... Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta...
... Durante largo tiempo Juan se olvidó del mundo de donde había venido, ese lugar donde la Bandada vivía con los ojos bien cerrados al gozo de volar, empleando sus alas como medios para encontrar y luchar por la comida.
Richard Bach: Juan Salvador Gaviota.
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