lunes, 16 de abril de 2012

Poco son el dolor y la muerte



Mas antes que todo, no te olvides de quitar a las cosas tropel y polvareda y de ver en cada cosa lo que haya: entonces sabrás que en ellas nada hay temible, sino el temor. Aquello que ves que pasa a los niños, nos acontece también a nosotros, que somos niños adultos; ellos, a las personas que aman, a cuyo trato están habituados, con quienes juegan, si los ven con máscara, se espantan; no tan sólo a los hombres, sino también a las cosas, hay que quitarles el disfraz y devolverles su rostro natural. ¿Por qué me muestras las espadas y el fuego y la cáfila de sayones bramando a tu derredor? Quita allá este espantajo debajo del cual te enmascaras y aterrorizas a los necios: te conozco, eres la muerte, que hace poco menospreció mi esclavo, mi doncella. ¿Por qué despliegas de nuevo ante mi vista el ostentoso aparato de azotes y de ecúleos? ¿Por qué me enseñas los instrumentos de tortura adaptados a cada uno de los miembros y mil otras máquinas de descarnar al hombre poquito a poco? Retira estos adminículos que nos espantan; manda que callen los gemidos y los ayes alaridos de tortura arrancados por los suplicios; te conozco también; tú eres el dolor que desprecia aquel gotoso, que aguanta aquel dispéptico aun en medio de sus delicias que aquella tierna doncella soporta en el parto. Llevadero eres si te puedo sufrir; breve eres, si sufrir no te puedo.

Séneca, Cartas a Lucilio. 

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