El Bosco - La soberbia |
Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra y quien esté libre de soberbia, también.
La soberbia es la madre de todos los vicios, y por ella llega casi todo lo malo. El soberbio está encantado de haberse conocido, tiene su ego ensalzado en un trono y menosprecia a los demás. El pecado fundamental consiste en no amar al prójimo, esta es la condición del soberbio-soberbio, porque hay soberbios que lo son por propia ignorancia.
Como decía S. Agustín: "La soberbia no es grandeza, sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano".
¿Cómo se puede ser inteligente y soberbio? ¿Cómo se puede no tener conciencia de lo que realmente se es y regodearse en un narcisismo desmesurado como los puercos en el lodazal?
Contra el vicio de la soberbia está la virtud de la humildad, sin confundirla con la falsa humildad ni con la humillación. La humildad es la propia conciencia de sí, de los propios límites de los que carece el soberbio, de lo insignificantes que somos en el mundo, bien poca cosa. La humildad no es bajeza ni mediocridad. Como alguien dijo, ser humilde es amar más la verdad que a uno mismo. Decía S. Agustín, siguiendo el principal precepto cristiano y humano, que hay que amar al prójimo como a uno mismo y que en eso consiste la humildad, en eso consiste la caridad.
Sacar al ego del trono, tener lúcida conciencia de sí, no sentirse por encima de los demás, eso es la humildad, la virtud frente al vicio.
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