martes, 31 de enero de 2012

Un mal de nuestro tiempo

Medardo Rosso: Ecce puer

Un joven que leyó el texto del loco me dijo que Nietzsche era un arrogante. Probablemente se podrían añadir más cosas, porque fue a veces contradictorio, porque fue más poeta que filósofo, porque gritó entre la multitud. No me gusta todo lo que dijo, pero su diagnóstico de la sociedad occidental y del hombre fue bastante atinada.
Nietzsche llamaba nihilista al hombre moderno, a su contemporáneo. Y como murió en 1900 cuando hablaba de hombre moderno no se refería al hombre actual.
¿Qué ha pasado en los años que median entre la muerte de Nietzsche y la actualidad? De todo, y esto incluye Auschwitz, todas las guerras del siglo XX y el estrellato de la sociedad de consumo. La sociedad está más masificada que nunca, los medios de comunicación y en especial la tv, es decir, la telebasura a la que están adictas millones de personas. Y la compulsión por todo, la prisa por hacer muchas cosas ninguna de las cuales satisface, y el vacío, el vacío...
Las antiguas iglesias han sido sustituidas por los nuevos centros comerciales donde la gente pasea su hastío, su tedio. Los antiguos dioses tienen ahora cabezas visibles: toda aquella gente cuya opinión cuenta, que no sabe nada pero que opina, le ponen un micrófono y una cámara y vomita toda suerte de chorradas. Opinión, sólo opinión, porque ya nadie aspira al saber, la gente no es capaz de quedarse en casa a leer, a estar con la familia, a estar consigo misma, sólo salir, salir, ir a los cines llenos de gente, a las tiendas de escaparates atractivos, moverse entre ellos aunque nada compre, porque nada necesita. Ir a los bares y atiborrarse de alcohol, a los botellones masificados, el horror, porque nada ni nadie llena el inmenso agujero negro del vacío existencial. 
No sé qué se puede decir hoy del nihilismo, basta con describir, con observar... La vida más sin sentido que nunca. Nadie está satisfecho. La melancolía, la falta de lucha, la falta de creatividad, la falta de valores, la falta de vitalidad...

viernes, 6 de enero de 2012

El loco lúcido

Lehmbruck: Joven sentado


El texto de Nietzsche es sensacional, tan bello como trágico. La pena es no poderlo leer en alemán, no hay más remedio que pasar por el traductor y aún así es tremendo.
El loco es el único que posee lucidez en medio de la multitud que se burla de él. Es el único que advierte la importancia de la llamada "muerte" de Dios, las terribles consecuencias que le pueden sobrevenir al hombre.
La "muerte" de Dios significa la caída de los valores morales que la idea de Dios suntenta, imperantes en la cultura occidental. Por tanto Nietzsche se refiere no sólo a la decadencia de la cultura occidental, sino también a la situación del hombre moderno, hombre que no es consciente de ello y no advierte (como los que hablan en la plaza y se burlan del loco) lo que realmente le sucede: el nihilismo. 
El nihilismo es la amenaza de la nada, el vacío, algo que se produce cuando el hombre se queda sin referentes, de ahí la tragedia que advierte el loco: "¿cómo hemos podido vacíar el mar?" "¿Quién nos ha dado una esponja para borrar todo el horizonte?" "¿No sentimos el soplo del vacío sobre nuestro rostro?"...
Expresiones poéticas y terribles: han caído los valores predominantes, ascéticos, contrarios a la vida pero no han sido sustituidos por otros, los hombres ya no creen en nada, ya no hacen nada, no son capaces de superar su estancamiento nihilista ("la magnitud de este acto es demasiado grande para nosotros"). Y ésta es su situación y su enfermedad, al menos mientras no sea capaz de crear otros valores, sus propios valores vitales, que dicen sí a la vida.
Ese será el nuevo hombre, afirmativo, autónomo y creador, una superación del hombre contemporáneo mediocre, gregario y reactivo.

martes, 3 de enero de 2012

El loco

E. Munch: Nietzsche

¿No habéis oído hablar de aquel loco que encendía una lámpara en pleno día y se ponía a correr por la plaza pública gritando sin cesar: "¡Estoy buscando a Dios! ¡Estoy buscando a Dios!" Mas como había allí muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaban una gran carcajada. ¿Se ha perdido como un niño? Le decía uno. ¿Se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado? De este modo gritaban y se reían ruidosamente. El loco se colocó entre ellos y los fulminó con la mirada. "¿A dónde se ha ido Dios? Gritó, voy a decíroslo. ¡Nosotros lo hemos matado... vosotros y yo! 'Nosotros, todos nosotros somos sus asesinos! Mas ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado una esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos soltado la cadena que unía esta tierra con el sol? ¿A dónde va ahora ésta? ¿A dónde vamos nosotros mismos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos sin cesar? ¿Hacia delante, hacia atrás, de lado, de todos los lados? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No marchamos errantes como por una nada infinita? ¿No sentimos el soplo del vacío sobre nuestro rostro? ¿No hace frío? ¿No se cierne sobre nosotros siempre la noche, más y más la noche? ¿No es preciso encender la lámpara por la mañana? ¿No resuena todavía en nuestros oídos el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No nos alcanzan aún los efluvios de la descomposición divina?... ¡Los dioses se descomponen también! ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y somos nosotros los que lo hemos matado! ¡Cómo podremos consolarnos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo ha poseído de más sagrado y poderoso hasta hoy ha ensangrentado nuestro cuchillo;... ¿quién nos limpiará esta sangre? ¿Qué agua podría lavarla? ¿Qué expiaciones, qué juegos sagrados estaremos forzados a inventar? La magnitud de este acto es demasiado grande para nosotros. ¿No sería preciso que deviniéramos dioses para parecer, simplemente, dignos de ella? ¡Jamás hubo una acción más grandiosa y, cualesquiera que sean los que puedan nacer después, pertenecerán, a causa de ello, a una historia más alta que ninguna de las historias hasta ahora acontecidas!".

Nietzsche, La gaya ciencia.