Samaniego |
Una fábula es un relato breve con moraleja y un alto nivel moralizante. Generalmente se toman los animales como protagonistas con propiedades antropomórficas. Fábulas y fabulistas hay desde siempre, algunos más conocidos que otros. Una de la fábulas que más me han inquietado siempre es la de La cigarra y la hormiga. Esopo, La Fontaine y Samaniego escribieron la fábula.
Canta la cigarra en verano. Sus cantos alegran su vida y la de quienes la escuchan. Canta y canta pero no trabaja, no es previsora, vive el día, el momento y olvida que después del verano vendrá el otoño y el frío invierno en el que será imposible procurarse provisiones.
Mientras la cigarra canta, la esforzada hormiga, que es previsora, trabaja arduamente, sin tregua, es consciente de que tiene que asegurarse la comida del invierno.
Cuando llega el invierno, la cigarra no tiene nada que comer y acude a la hormiga para que le dé algo de comida. La hormiga se la niega y le dice que si en verano cantaba, ahora baile.
Y esta es la lección que la fábula intenta transmitir, pero no es lo que a mí me transmite. Veo a la hormiga como una desnaturalizada, carente de compasión y caridad, valores necesarios para vivir, sin ellos somos como animales.
Compadezco a la cigarra y también creo que la hormiga es digna de compasión porque está llena de rencor y avaricia, sólo vive para sí. Al menos la cigarra ha producido alegría a su alrededor.