domingo, 30 de diciembre de 2012

Sobre la bondad



Marco Aurelio - Meditaciones


¿Alguien me va a despreciar? Él verá. Yo, por mi parte, veré que no me halle haciendo o diciendo nada digno de desprecio. ¿Me va a odiar? Él verá. Pero yo seré benévolo y bien intencionado con todo el mundo, dispuesto a señalarle a ese mismo su menosprecio, sin injuriarlo, no como demostrándole que lo soporto sino generosa y bondadosamente, como el famoso Foción, si es que no fingía. Pues conviene que las cosas de dentro sean así, y que los dioses vean a un hombre cuya disposición no es indignarse con nada ni se toma nada a la tremenda. Pues ¿qué mal hay para ti si haces ahora lo apropiado a tu naturaleza y aceptas lo que ahora es oportuno para la naturaleza universal, atento a ver por qué medio realizas lo conveniente para la comunidad?

Marco Aurelio, Meditaciones


lunes, 10 de diciembre de 2012

El anillo de Giges




David - Muerte de Sócrates

En el Libro I de La República de Platón se habla de la justicia y aparece la historia de lo que le ocurrió a Giges, un pastor que un día encuentra un anillo mágico que tiene la propiedad de volver invisible al que lo lleva. Basta tan sólo girar el engaste hacia el interior para volverse invisible y cuando se le vuelve a dar la vuelta, se recupera la visibilidad. Giges había pasado hasta entonces por un hombre bueno. Pero cuando se puso el anillo no se resistió a la tentación de entrar en palacio, seducir a la reina, matar al rey, hacerse con el poder y aprovecharlo en su beneficio. El que cuenta la historia sostiene que el hombre justo dejaría de serlo si tuviera un tal anillo. El bueno y el malo lo son por el miedo que puedan tener al castigo, pero si el bueno tuviera una ocasión como Giges, dejaría de serlo inmediatamente.
Claro está que ni Sócrates ni Platón defienden esta idea, el hombre justo, si tuviera el anillo, seguiría siendo justo y no se dejaría llevar por la codicia.
Resulta difícil saber qué haría cada uno de nosotros si se viera en una situación parecida. ¿Robaría uno en un centro comercial si supiera que nadie lo va a ver, que nada le va a ocurrir?     ¿Qué haríamos si tuviéramos acceso a un banco y tuviéramos la certeza de que nadie sabría nunca que nos hemos llevado todo el dinero que allí había? ¿Todos sin excepción lo haríamos? ¿No habría ningún justo? La verdad es que es para pensarlo, porque siempre es posible buscarse excusillas, pequeñas justificaciones: "los banqueros son unos ladrones y quien roba a un ladrón"... "Los propietarios de los grandes almacenes abusan en los precios"...
Y si no hablamos ya de objetos materiales, sino de quitarse de en medio o, sin llegar a tanto, hacerle una mala pasada al que nos cae mal o nos ha cometido algún perjuicio...
¿Quedaría algún hombre justo?


jueves, 6 de diciembre de 2012

Acerca de la dignidad




Tiziano - Sísifo

En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad.
Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio comercial; lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego, sin fin alguno de nuestras facultades, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene  meramente valor relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad.
La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo, porque sólo por ella es posible ser miembro legislador en el reino de los fines. Así, pues, la moralidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz de moralidad, es lo único que posee dignidad.

I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres.