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David - Muerte de Sócrates |
En el Libro I de La República de Platón se habla de la justicia y aparece la historia de lo que le ocurrió a Giges, un pastor que un día encuentra un anillo mágico que tiene la propiedad de volver invisible al que lo lleva. Basta tan sólo girar el engaste hacia el interior para volverse invisible y cuando se le vuelve a dar la vuelta, se recupera la visibilidad. Giges había pasado hasta entonces por un hombre bueno. Pero cuando se puso el anillo no se resistió a la tentación de entrar en palacio, seducir a la reina, matar al rey, hacerse con el poder y aprovecharlo en su beneficio. El que cuenta la historia sostiene que el hombre justo dejaría de serlo si tuviera un tal anillo. El bueno y el malo lo son por el miedo que puedan tener al castigo, pero si el bueno tuviera una ocasión como Giges, dejaría de serlo inmediatamente.
Claro está que ni Sócrates ni Platón defienden esta idea, el hombre justo, si tuviera el anillo, seguiría siendo justo y no se dejaría llevar por la codicia.
Resulta difícil saber qué haría cada uno de nosotros si se viera en una situación parecida. ¿Robaría uno en un centro comercial si supiera que nadie lo va a ver, que nada le va a ocurrir? ¿Qué haríamos si tuviéramos acceso a un banco y tuviéramos la certeza de que nadie sabría nunca que nos hemos llevado todo el dinero que allí había? ¿Todos sin excepción lo haríamos? ¿No habría ningún justo? La verdad es que es para pensarlo, porque siempre es posible buscarse excusillas, pequeñas justificaciones: "los banqueros son unos ladrones y quien roba a un ladrón"... "Los propietarios de los grandes almacenes abusan en los precios"...
Y si no hablamos ya de objetos materiales, sino de quitarse de en medio o, sin llegar a tanto, hacerle una mala pasada al que nos cae mal o nos ha cometido algún perjuicio...
¿Quedaría algún hombre justo?